POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- No nos gusta su pelo.

POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- Es muy difícil pronunciar su apellido.

POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- Es mucho más difícil escribirlo y para una dirección de blog es complicadísimo. O sea, es anti popular.

POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- Físicamente, Tenembaum lo tira a la mierda.

jueves, 29 de enero de 2009

ELLA SABE BIEN

en 10:08 6 comentarios

Dice que las cebollas la hacen llorar. Le dan pena. Las sentencia con el cuchillo y con ciertas definiciones. Afirma que son tubérculos previsibles. Ella sabe que habrá una inundación cerca de las mejillas. Detendrá el avance con los nudillos, antes de que le llegue a la nariz.


- ¿Sabés cuándo me sorprenden? Cuando están podridas. Ahí me ponen incómoda. Y nunca se pudren parejo… ves? –me muestra una cebolla color beige- Esta es la definición más exacta de la agonía… así como te lo digo.


Y lo dice con la contundencia de quien padece una enfermedad incurable. Alguien que te habla por última vez sobre algo, como esperando que se convierta en una verdad irrefutable. Pienso que es parte de su rutina, al menos una vez al día vocifera una hipótesis exagerada acerca de la naturaleza de las cosas.


-Esto de los alimentos transgénicos me cambió todas las metáforas…


Se ríe esperando mi aprobación. Yo la miro y asiento. Podría discutir con ella ahora mismo. Hablarle de lo que para mí es la agonía. Pero me quedo entre la cocina y el comedor, olfateando los alimentos que ella prepara con una habilidad asombrosa.


- Mirá este tomate… es tan rojo y brillante que puede adivinarse la marca del fertilizante.


Intento ver la marca.

No puedo.


- ¿Vos como estás?

Le cuento que me cuesta dormir últimamente. Que estoy buscando la manera de cocinar sin fuego. Que ayer hablé por teléfono con 8 personas distintas. Y que la luna no es un satélite que me interese entre los edificios.


- Vos no te das cuenta todavía. Pero la vida se te filtra por los costados. Salpica hasta cuando te quedás quieta. No quiero escucharte mañana diciéndome que odiás la combinación de los colores de los taxis. Cualquier cosa que te lleve a algún lado te parece terrible.


Pienso que muchas veces tiene razón cuando habla de mí. Pero no me gusta que me lo diga. Podría callarse.


- Igual, te vas a dar cuenta. Veo que ahora te vestís con colores fuertes. Y ayer cuando estabas frente al espejo, noté que sonreías. Si hay algo que siempre valoré es que sabés reconocer a los moribundos. Y no te viste.


Le pregunto si quiere que vaya a comprar helado para el postre.


- Muy buena idea. No compres sambayón. Es horrible.


Eso es otra verdad que ella dice.


Tomo las llaves y elijo las escaleras que me llevan abajo. Mi cuerpo está vestido de rojo y desciende a un pasillo intermitente. Recuerdo las cebollas podridas arrojadas al cesto de basura. Ella no se equivoca. Reconozco a los moribundos; sé cómo caminan y atraviesan las avenidas. Los veo aplastando las baldosas con zapatos cómodos y obedeciendo los semáforos, incluso a las 3 de la tarde. Yo fui uno de ellos mucho tiempo.

Pido chocolate amargo y vainilla. Me río de la combinación de colores.

Ella se va a dar cuenta.

Manipulando un poco las cosas, diría que llevo un taxi helado en telgopor.
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miércoles, 21 de enero de 2009

uff!

en 9:37 8 comentarios

Ya ves, no soy arquitecta. Apenas puedo meterme en la casa que otro construyó y vivir con unos pocos muebles.Es difícil para mí a esta altura. No dejo de compadecerme y cuando se hace de noche ya no sé bien qué hacer.
Estoy preocupada por las cosas que pasan fuera de mí: el calor, la crisis económica, el clima de Mar del Plata y la sequía en el campo.
Todo me confunde y me lleva a las orillas; ahí donde las cosas son de una manera u otra depende del paso que uno de.
Sin embargo, el miedo no me hace temblar. Me vuelvo una estatua viviente, de esas pintadas de blanco que vegetan en la peatonal. La parálisis es vertical, desde el cerebro a los pies y me hace sentir estúpida.
Me pregunto qué debería pasarme para ejecutar el primer movimiento; uno que se parezca a un paso de danza. Pegar un salto abriendo las piernas en ángulo y considerar el desgarro muscular como una consecuencia. Concentrar el dolor en los gestos y llevar los brazos hacia delante, como una aficionada.
Planeo una sonrisa anticipadamente. Antes de que las cosas empiecen a suceder. A dos horas de que abran los supermercados y los centros de pago rápido.
Estiro los labios hacia los costados y reparo en las manos; las venas poseen una elevación extraña, como queriendo salirse.
Me pregunto cuantas cosas conservo aún, innecesariamente.
Tomo el libro con el resto de las arterias que buscan permanecer dentro de mí. Decido continuar la lectura de ayer. El protagonista es un hombre de unos 40 años que se ha conformado con cierta idea apaciguada de la vida. Amortiza la resignación desde la fecha de la primera edición. Uno comienza a leerlo desde ahí y sabe que él va a hacer “lo que puede” con su trabajo, sus hijos y su ex mujer. Pero no pasará nada extraordinario.
Retomo en la parte donde habla de los turistas.
En el medio del viaje, me doy cuenta de que me equivoqué otra vez. No sé nada sobre Frank. Tampoco sobre mí.
Algo inesperado provoca el primer movimiento. Raspo con el dedo índice los restos de una mosca disecada que murió aplastada en la página 37.
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miércoles, 14 de enero de 2009

LO QUE SE TRASLUCE

en 9:57 4 comentarios
Hay un vidrio roto enfrente. Está más o menos a la altura del 5º piso. No he visto personas espiar detrás de él. Hay ciertas heridas a las que nadie se asoma.
El cambio de horario hace estragos adentro. El sol da de lleno en las paredes y en el único vegetal que resiste en el florero; lo atraviesa de manera desprolija y se queda largo tiempo, como esperando atardecer en las persianas.
Emma vomita una canción triste desde el minicomponente. Lo hace maravillosamente. Y entonces lloro.
Me compadezco de mí misma, de las buenas intenciones, de las noticias que he recibido en la semana. Alguien llamó a mi teléfono y me dijo que se murió un ser querido suyo a las 4 de la tarde.
La muerte vagó por los tímpanos y se perdió por ahí. Dicen que hay laberintos.
Durante la noche entristecí de manera inexplicable.
Quise contárselo a él, pero… ¿de qué manera? Sólo nos vimos cuatro veces.
Una mañana desperté y me dijo “estoy acá”. Tal vez haya percibido mi soledad; el peso de ella sobre su cama.
Pienso que hay una forma de voltear mi cuerpo, ponerlo patas arriba y enlongarlo hasta tocarme las puntas de los pies.
Siempre siento el dolor en el ombligo. Él me hace falta justo ahí… todo un sarcasmo a mi narcisismo.
La ventana lindante al vidrio partido tiene cortinas nuevas que se mueven con el viento. Un cuerpo pequeño se trasluce. Corre como escapando de algo o de alguien y entonces desaparece.
Sostengo los párpados entre las manos. Voy a morirme sin tener hijos.
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viernes, 9 de enero de 2009

mas o menos me siento así

en 8:32 1 comentarios
Estoy leyendo "El día de la Independencia" de Richard Ford. En la segunda página hay un párrafo que dice así:


Un hecho triste, claro, de la vida de los adultos es que uno ve cosas a las que nunca se adaptará que le apuntan desde el horizonte. Uno las ve como los problemas que son, uno se preocupa tremendamente por ellas, hace previsiones, toma precauciones, realiza ajustes; se dice a sí mismo que cambiará el modo en que hace las cosas. Pero no lo hace. No puede. En cierto modo, ya es demasiado tarde. A lo mejor incluso es peor: a lo mejor lo que se ve acercarse desde lejos no es lo auténtico, lo que asusta, sino sus repercusipnes. Y lo que uno teme que ocurra ya ha ocurrido. Es algo parecido a darse cuenta de que todos los grandes avances recientes de las ciencias médicas no nos serán de ninguna utilidad, aunque nos alegremos de ellos, esperemos que tengan a punto una vacuna a tiempo y pensemos que las cosas todavía podrían mejorar. Pero también es demasiado tarde. Y así se desarrolla nuestra vida antes de que nos demos cuenta de ello. Y se nos escapa. Ya lo dijo el poeta: «El modo como se nos escapan nuestras vidas es la vida.»

Estamos de acuerdo, me parece. Tal vez uno lee solamente para corroborar que tiene razón ja!
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lunes, 5 de enero de 2009

Justo detrás

en 23:21 5 comentarios

En el montón resiste una instantánea de una felicidad que no recuerdan. Cuatro cuerpos púberes y abrazados en orden aleatorio.El más chico ensaya una pose de primate; es el único que está descalzo.

Los otros tres sonríen mirando a una sola dirección, hacia un artefacto que les promete permanecer allí para siempre. Ellos no habían reparado en la mesita de luz, ni en los cubrecamas floreados. Llevaban enero en la ropa y en las rodillas flexionadas.

La de rayado era la única que no tenía flequillo pero ya usaba corpiño y sus piernas eran las más largas del barrio.

El de la izquierda conservaba la distancia del hermano mayor. Era alcanzado por un último abrazo y asumía toda la responsabilidad sobre su muslo derecho.

El mono tenia hoyuelos en las mejillas.

Del otro lado escribieron una fecha: 01/1983.


Justo detrás de mi cabeza.
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