POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- No nos gusta su pelo.

POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- Es muy difícil pronunciar su apellido.

POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- Es mucho más difícil escribirlo y para una dirección de blog es complicadísimo. O sea, es anti popular.

POR QUÉ NO ZLOTOGWIAZDA?

- Físicamente, Tenembaum lo tira a la mierda.

jueves, 31 de diciembre de 2009

No puedo evitar hablar de estas cosas

en 14:28 4 comentarios


De la mañana de agosto en que me desperté en Montevideo.
De las cosas que no quiero olvidar.
De las tumbas a las que me aferré. Qué más inmutable que eso?
De las veces que me dormí llorando.
De los sueños. Y las pesadillas.
De lo que dije. De las cosas que prometí. Y nunca cumplí.
De la primavera. La más maravillosa de todas.
De lo que hago cuando me acuerdo dónde dejé el documento.
De los amigos que dicen: “no me falles”.
De los 35 años que tiene mi cuerpo.
De las canciones que canta Abril.
De los agudos horizontales.
De los errores. Y los otros errores.
De los nuevos amigos que dicen: “mucho gusto”.
Del sambayón. Que jamás va a gustarme. Porque no. Y punto.
De la calle que termina en el río.
De la senda peatonal que nunca piso.
De los semáforos.
De las veces que anoté mal la dirección.
Y de lo que me da vergüenza.
Y
de
todas
las
cosas
que
no
te
di.


...

...


Feliz año. Por qué no?
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jueves, 24 de diciembre de 2009

24 + 00:00 = 25

en 15:21 10 comentarios
Luciana ensaya teorías de la relatividad. Luego se pasa al pensamiento mágico y mira para arriba. Pone los ojos en el cielorraso y desea que no exista el 25. Quiere saltearse el viernes como sea.
Andrea no va a viajar este año a ver a su madre. Se enamoró y entonces va a brindar con el tipo que hace meses la hace feliz.
Milena piensa que el 2010 será maravilloso, que ella está terminando bien el año.
Marisa y Cecilia están como yo: poniendo excusas y diciendo mucho la palabra “cansancio”.
La oficina tiene ángeles por todos lados. Algunos cuelgan de las luces. Otros están sobre las ventanas, pegados curiosamente, como si fueran milagros adheridos a los vidrios. A mi me recuerdan a los bichos esos de la ruta, a los que me acostumbré ver estallarles el cuerpo. Después de eso puedo ver el limpiaparabrisas que despeja los restos con un chorrito de agua. Y un comentario sobre la ruta. Y el viaje con un destino cierto y breve.
Pero hoy nadie cuida de nosotros. Nadie.
Ni esos ángeles, ni la policía.
Y yo siento la tristeza aplastada en los párpados. Un ladrillo hueco que presiona ahí y los vence. Y digo otra vez, que estoy cansada. Y escucho una canción navideña como música de espera en la primera llamada del día. Y las cosas comienzan a empeorar.
Las guirnaldas en los escritorios se me hacen un adorno perverso, una invitación a travestirme, a pensar el suicidio de manera alegre, como una salida festiva a los fracasos, a esa sensación de no haber hecho lo posible por reirme o por dejar que las cosas se mueran a tiempo. O un orgasmo. Uno más en mi cuerpo. Dejarlo escapar con él.
Pero en los mediodías las charlas son sobre el menú y sobre los festejos que se vienen. Sobre la posible muerte del cantante de más de 60 años. Un tipo con miles de fans y con un pulmón ajeno. Yo quiero que se muera y lo digo. Quiero que se muera hoy, en las vísperas. Y entonces lloraría frente al televisor todo lo que quiero llorar. Y nombraría al cantante, cada 5 minutos. Sí, lo nombraría.
Pero alguien me llama y me dice que quiere verme.
Habla de mí como si me conociera. Además, habla conmigo como si me conociera. Me pregunta si uso anteojos oscuros. Le digo que no. Me pide que no use, no de noche al menos. Y también dice que me quiere. Y que además caminaría conmigo por la ciudad y vería vidrieras si fuera necesario. Y tomaría un helado conmigo, de esos que no tienen conservantes ni colorantes, ni químicos. “Todo eso tiene un helado?” le pregunto. Me dice que si. Pero éstos no. Los otros.
Y también me dice que sabe de mi viaje. Que es una buena decisión. Que soy hermosa. Que ojalá me enamore.
Que me enamore y me abandone al mar.
Que las cosas son así, idénticas a veces.
Y otras veces no son.
Que las acepte.
Que va a llover.
Que feliz navidad.
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sábado, 19 de diciembre de 2009

cómo romper con tu novia en 64 sencillos pasos

en 12:18 2 comentarios
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sábado, 12 de diciembre de 2009

la sangre en el nido

en 9:50 11 comentarios
Tuve un sueño.
Fue el lunes, antes del feriado.
Otra vez sangrando y perdiendo bebés.
Un vientre inflado y las contracciones del mundo imposible.
La sangre. Y la lluvia. Y el grito.
Y cuando las cosas logran calmarse, me despierto.
Estiro las piernas y las pongo en sentido vertical. Las hago moverse hacia la ventana.
Y cuando la calle me muestra la mañana y el desierto.
Y cuando el edificio de enfrente es una escuela cerrada por vacaciones.
Y cuanto todo eso me aburre, imagino las mentiras brotando de las alcantarillas.
Una a una. Todos los homicidios sin resolver, los secretos de la vieja, los trucos de la escuela de magia, los ciegos parciales, la celosía cerrada y el hombre que espía detrás.
Trepo a la ventana y alcanzo la cornisa. Hago equilibrio desnuda y dejo sangrar lo que falta. El plasma cae sobre el pavimento. Le tiñe la cabeza al espía, salpica a la vieja, se lanza con furia sobre los magos y los ciegos.
Alguien quiere hacer la denuncia.
Una mujer desnuda y sangrante en la cornisa molesta a los pájaros.
Y asusta a los vecinos.
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miércoles, 2 de diciembre de 2009

como esas fotos.

en 1:47 6 comentarios
Yo en cambio, pienso que sos de esos homicidas a sueldo que matan de a poco. Que primero me hacés sangrar cuando hablo de amor, mientras te digo que no lo hagas, que es fin de año, que suelo llorar en navidad y que me asustan los fuegos artificiales. Un cielo iluminado por idiotas. Acaso no hay demasiadas guerras?
El ruido de las bombas te ensordece. Sacás entonces el arma. Uno de esos rifles con mirilla y silenciador.
Y cuando por la mañana decido morir famélica, en dejar de alimentarme, de darle de comer a mi cuerpo con tu carne; tu proyectil me dá de pleno en el cráneo (donde siempre pensé que estaban los recuerdos).
Y mientras vuelo con los brazos vencidos, como sobrándome dos extremidades (un barrilete con dos colas), paso por el cine y veo que entrás con el arma. Y que hablás con alguien sobre la obra del director de la película.
Y también recordás una poesía. Es de una amiga tuya.
Y entonces empiezo a reirme silenciosamente. Hago que lluevan las carcajadas sobre los edificios. Yo escribo mejor que ella, pero no querés citarme.
Lo hacés de nuevo, creés que si no hablás de mí el mundo se convierte en otra cosa.
Pero ahora la muerta soy yo. Y quiero desplomarme en la antesala, entre los afiches de Wong Kar-wai. Entre las cosas que no sirven para nada.
Como las fotos esas, a las que les quitaste los grises y me dejaron los ojos oscuros.
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