Las reuniones de hoy me agotaron. Discutí con Alguien sobre los pasos a seguir. Le llamamos objetivos y le ponemos plazos. Había cosas con las que yo no estaba de acuerdo y entonces solamente pudimos coincidir llegada la noche.
La oscuridad se anticipa en invierno; hay cierta prisa en prender las luces. Todo se parece demasiado a la agonía.
Alguien se ofrece en llevarme a casa y dejo que lo haga. Me dice que estoy pálida, eso es común en mi pero él no se acostumbra. Y dice que mis ojos son hermosos aún cuando las pupilas lo cubran casi todo.
Sonrío. Quiero decir algo agradable. Decir: "me gusta el vestido ese de la vidriera". Pero apenas balbuceo unas cuantas consonantes sin sentido. Me mantengo en silencio, escuchando la guitarra que se evapora desde el estéreo.
Qué pasa si sencillamente no hablamos hasta llegar a mi casa? Eso quiero preguntarle.
Pero él insiste en decir algo ahora de mi delgadez. Pregunta; está verdaderamente interesado en saber cuántos kilos menos tiene mi cuerpo ahora.
Me parece injusto. No va a comerme. Ni va a comprarme ropa. Para qué quiere saberlo? Qué clase de información es esa?
Oigo los ruidos de mis tripas. Imagino la faringe, el esófago, el estómago, el intestino delgado y el grueso. No puedo concentrarme en otra cosa. Pienso en lo que me cuesta digerir la tristeza.
Alguien vuelve a la carga para decirme que estamos a una cuadra y que quiere invitarme a tomar un café. Yo le prometo que lo haremos. Pero no ahora.
Me despido hasta el martes que viene. Hago chistes sobre el fin de semana. Creo que le dí esperanzas de algo.
Abro la puerta del edificio donde vivo. Digo en voz alta que estoy cansada, muy cansada. Vuelvo la cabeza sobre el espejo del ascensor. Caigo en la cuenta de lo mal que me está yendo en las batallas contra mis fantasmas. Me concentro en la mierda de mis expectativas; en el mundo horrible de los enamorados.
Lloro por él y por mí. Por lo novatos que fuimos.
Y entonces recuerdo esas guerrillas y esos hombres que salían a la calle a dispararle a los relojes.
Me digo: es el tiempo.
Ahora digo: no es el tiempo.
Sacudo la cabeza mientras veo por la ventana a los autos desviarse dejando pasar la ambulancia.
Hay un cuerpo tendido adentro con respirador.
Y una mujer que dice: "Todo va a estar bien, vas a ver. Todo va a estar bien mañana".
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La oscuridad se anticipa en invierno; hay cierta prisa en prender las luces. Todo se parece demasiado a la agonía.
Alguien se ofrece en llevarme a casa y dejo que lo haga. Me dice que estoy pálida, eso es común en mi pero él no se acostumbra. Y dice que mis ojos son hermosos aún cuando las pupilas lo cubran casi todo.
Sonrío. Quiero decir algo agradable. Decir: "me gusta el vestido ese de la vidriera". Pero apenas balbuceo unas cuantas consonantes sin sentido. Me mantengo en silencio, escuchando la guitarra que se evapora desde el estéreo.
Qué pasa si sencillamente no hablamos hasta llegar a mi casa? Eso quiero preguntarle.
Pero él insiste en decir algo ahora de mi delgadez. Pregunta; está verdaderamente interesado en saber cuántos kilos menos tiene mi cuerpo ahora.
Me parece injusto. No va a comerme. Ni va a comprarme ropa. Para qué quiere saberlo? Qué clase de información es esa?
Oigo los ruidos de mis tripas. Imagino la faringe, el esófago, el estómago, el intestino delgado y el grueso. No puedo concentrarme en otra cosa. Pienso en lo que me cuesta digerir la tristeza.
Alguien vuelve a la carga para decirme que estamos a una cuadra y que quiere invitarme a tomar un café. Yo le prometo que lo haremos. Pero no ahora.
Me despido hasta el martes que viene. Hago chistes sobre el fin de semana. Creo que le dí esperanzas de algo.
Abro la puerta del edificio donde vivo. Digo en voz alta que estoy cansada, muy cansada. Vuelvo la cabeza sobre el espejo del ascensor. Caigo en la cuenta de lo mal que me está yendo en las batallas contra mis fantasmas. Me concentro en la mierda de mis expectativas; en el mundo horrible de los enamorados.
Lloro por él y por mí. Por lo novatos que fuimos.
Y entonces recuerdo esas guerrillas y esos hombres que salían a la calle a dispararle a los relojes.
Me digo: es el tiempo.
Ahora digo: no es el tiempo.
Sacudo la cabeza mientras veo por la ventana a los autos desviarse dejando pasar la ambulancia.
Hay un cuerpo tendido adentro con respirador.
Y una mujer que dice: "Todo va a estar bien, vas a ver. Todo va a estar bien mañana".