Cuelga de su brazo un canasto donde duermen filetes de sábalo y una botella de vino que aplasta las verduras. La urgencia se le escurre entre el plástico, balanceándose en los pies.
Adivino que compró su abrigo en una mesa de saldos. Seguro es uno de esos hombres que guardan un peine en el bolsillo y vigilan su pelo en las vidrieras.
Él está delante de mí en la fila que formamos hacia la caja rápida. Somos una especie de hormigas que no soportan su propia carga y nos miramos con desconfianza.
Deberían poner esos carteles luminosos indicando el tráfico y la demora; advirtiendo el momento en que se convierten en cajas lentas. Así uno toma otro tipo de decisiones como por ejemplo, suspender la elección de los alimentos congelados dando un paseo por el sector de los electrodomésticos o la blanquería (acariciar las toallas buscando algo que provoque la epidermis, que la roce de manera amable. Detenerse en las fundas de almohadones y planear tener almohadones).
La espera es insoportable frente al estante de velas perfumadas y entonces el hombre urgente se da vuelta y quiere hablarme. Me recita parte de la constitución y los artículos sobre la defensa del consumidor. Habla de las horas que pierde la gente con la promesa del 10% de descuento. Que no deberíamos acostumbrarnos a eso.
Arrugo la cara y le muestro los dientes. Le digo que no tengo tiempo para hablar y que debo leer los códigos de barra de las cosas que llevo. Me pregunto en voz alta mientras revuelvo estúpidamente: Donde dejé la taza multicolor? ¿ Y los individuales de Charles Chaplin en oferta?
El hombre me muestra la espalda y deja caer sus palabras en el canasto.
Es un viernes tan frío, tan precario en el piso recién encerado. Abandonaría allí mis instintos, le pondría un precio accesible.
Luego dejaría todo lo que sé en los envases de vidrio a cambio de una sonrisa espontánea de la cajera. Deseo que su día franco caiga un domingo. Que ella pueda quedarse dormida después de coger. Que no recuerde, al menos por unas horas, el sonido de los tickets imprimiéndose y al idiota de su supervisor.
Avanzo hacia donde cuelgan las baterías y las hojas de afeitar. El hombre impaciente saca un peine del bolsillo de su saco y corrige el mechón que le cae sobre la oreja.
- Del otro lado también.
Él confía en mi y echa hacia atrás el otro mechón. Me agradece con una sonrisa.
- Usted no debería seguir esperando- susurra.
- Ya estamos, casi- le digo en voz alta. Lo más alta que puedo.
- Lleva demasiadas cosas impares. No se acostumbre a eso.
- Le toca- le señalo con el dedo la caja.
- Los individuales.
- Qué pasa con los individuales?
- No los lleve.
- Por qué?
- No es Chaplin. Y usted se dará cuenta recién cuando llegue a su casa.
Reviso uno de los plásticos. No es Chaplin.
Pienso en las cosas que no son. Busco las coordenadas de mi espera y miro hacia atrás. Noto la congestión de cuerpos hablando de política o de la pandemia. Cierro los ojos y recuerdo el miedo que siento cuando despierto en las mañanas. Las preguntas que me hago. Las plantas de los pies oscurecidas de tanto andar descalza. Los sonidos que salen de mí en posición horizontal.
Dejo caer la cesta de compras y busco la salida a la calle.
No quiero morirme ahí, entre las ofertas.
Y que no sepan a quien llamar.
Y que tapen mi cuerpo con bolsas impresas con el logo del supermercado.
Y que el hombre urgente salga bien peinado en los noticieros contándoles que habló conmigo.
Que no había imaginado otra muerte para mí.
Que no era Chaplin, por dios!
No era Chaplin.
sábado, 4 de julio de 2009
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9 comentarios
Excelente. Como siempre, pero cada vez más afilada, afinada, exacta... Escribí todos los días, mucho. Por favor... MARCE
Como dijo Marce, cada vez más afinada..
Besos lore
Coincido, hacía mucho que no te leía y nuevamente logras envolverme y llevarme de la mano con tu escritura, con tus historias, tus personajes. Definitivamente Lorena, cada vez más. Adhiero: escribí todos los días..mucho...Y? La Antología para cuándo? Un abrazo y felicitaciones, Euge.
Lindo lindo...
me pregunto... ¿que va a hacer aguado, con tanto elogio? uno de los mejores textos que te leí, lindo reencontrarte así! beso tqm
Lili: no se bien qué voy a hacer.
Pero buscaré la forma de convertir este mundo en algo más amable para mí.
Gracias a todos.
lore: juro que te busco en el coto, cuando voy pienso ojalá que esté, nuestros horarios no coinciden pero vos hacés buena literatura del supermercado, gracias, vero.
excelente manera de relatar algo tan cotidiano!
besos
Que bueno... Y ahora hasta me se la direccion Lore... ;)
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