Él le dijo a ella que le llevó 37 años encontrarla. Lo dijo delante de nosotros y en voz alta.
Fue maravilloso.
Habían pasado algunos minutos de la 1 de la tarde y ellos nos mostraban sus omóplatos agitados, tal vez por la emoción. O quizá por el viento.
Amplificaron su juramento frente a una mujer rubia con micrófono.
El río no representaba ninguna amenaza. Lo podíamos ver desde lo alto. Mi amiga y yo no coincidimos en la apreciación del color pero sí en su movimiento.
Se pusieron anillos de plástico. El de él tenía luces.
Ella tenía hoyuelos en las mejillas, pequeñas zanjas donde se desmoronaba su forma de llorar. Parpadeó una, dos, tres veces y le dijo: “Te amo, incluso mientras duermo”.
Y entonces aplaudimos la ocurrencia.
El violinista de la izquierda no alcanzó a atrapar la partitura y debió tocar de memoria.
Hundí el taco en el pasto y pensé en el amor. En lo incómodo que es a veces. En lo mullido y blando también. En la posibilidad de que el taco se hunda y se llene de barro. En eso de perder el equilibrio.
Hablé con mi amiga sobre la posibilidad de que los músicos desafinen al sol.
Ella me contestó que le parecía que había crecido unos centímetros antes de ponerse los zapatos y que ahora podía ver las cosas de otra manera. Y entonces dijo:
-El amor al mediodía es amor de verdad.
La miré.
Abrí los ojos y la boca.
Quedé así un rato.
…
Como 5 minutos.
…
Tal vez 6.
Después le pregunté:
- Por qué dijiste semejante pelotudez?
- Qué cosa?
- Lo del amor al mediodía.
- No sé… Salió así, qué se yo. Supongo que por los anillos de plástico.
Le sonreí a la moza que me ofrecía bruschetas. Y entonces pensé en Tupperware. En un envase gigante y resistente al microondas.
Un lugar donde pueda sentirme segura por un rato. Donde haya personas predecibles y además llueva cuando lo anuncien.
Donde las agencias de lotería sean un absurdo y los resultados de todas las cosas sean los esperados.
Donde la mejor amiga de la novia atrape el ramo.
Donde la cirugía de mis tendones no se interprete como el ensayo de un suicidio.
Quiero, por un rato, polímeros en la sangre en vez de glóbulos.
Y convertirme en un superhéroe irresponsable. Capaz de romper el plástico. Hacerlo explotar a la hora del postre y ponerme el sombrero.
Desfigurarme en el baile carioca cantando el estribillo en un portugués incomprensible.
Desentenderme. Y buscar el amor entre la gente que agita sonajeros en forma de ananá.
Fue maravilloso.
Habían pasado algunos minutos de la 1 de la tarde y ellos nos mostraban sus omóplatos agitados, tal vez por la emoción. O quizá por el viento.
Amplificaron su juramento frente a una mujer rubia con micrófono.
El río no representaba ninguna amenaza. Lo podíamos ver desde lo alto. Mi amiga y yo no coincidimos en la apreciación del color pero sí en su movimiento.
Se pusieron anillos de plástico. El de él tenía luces.
Ella tenía hoyuelos en las mejillas, pequeñas zanjas donde se desmoronaba su forma de llorar. Parpadeó una, dos, tres veces y le dijo: “Te amo, incluso mientras duermo”.
Y entonces aplaudimos la ocurrencia.
El violinista de la izquierda no alcanzó a atrapar la partitura y debió tocar de memoria.
Hundí el taco en el pasto y pensé en el amor. En lo incómodo que es a veces. En lo mullido y blando también. En la posibilidad de que el taco se hunda y se llene de barro. En eso de perder el equilibrio.
Hablé con mi amiga sobre la posibilidad de que los músicos desafinen al sol.
Ella me contestó que le parecía que había crecido unos centímetros antes de ponerse los zapatos y que ahora podía ver las cosas de otra manera. Y entonces dijo:
-El amor al mediodía es amor de verdad.
La miré.
Abrí los ojos y la boca.
Quedé así un rato.
…
Como 5 minutos.
…
Tal vez 6.
Después le pregunté:
- Por qué dijiste semejante pelotudez?
- Qué cosa?
- Lo del amor al mediodía.
- No sé… Salió así, qué se yo. Supongo que por los anillos de plástico.
Le sonreí a la moza que me ofrecía bruschetas. Y entonces pensé en Tupperware. En un envase gigante y resistente al microondas.
Un lugar donde pueda sentirme segura por un rato. Donde haya personas predecibles y además llueva cuando lo anuncien.
Donde las agencias de lotería sean un absurdo y los resultados de todas las cosas sean los esperados.
Donde la mejor amiga de la novia atrape el ramo.
Donde la cirugía de mis tendones no se interprete como el ensayo de un suicidio.
Quiero, por un rato, polímeros en la sangre en vez de glóbulos.
Y convertirme en un superhéroe irresponsable. Capaz de romper el plástico. Hacerlo explotar a la hora del postre y ponerme el sombrero.
Desfigurarme en el baile carioca cantando el estribillo en un portugués incomprensible.
Desentenderme. Y buscar el amor entre la gente que agita sonajeros en forma de ananá.
11 comentarios
describiste el sueño de todo desengañado
Pensar que yo trabaje en Tupper...
sos tan grosa lore.-
a lo que escribis casi nunca entiendo nada, pero me encanta y eso es lo importante (:
besos!
jajajajaja Agos!! vos sos una grosa.
besos.
increíble como siempre, la situación me suena familiar, besitos, vero.
que son bruschetas ?
son la metáfora de lo poco que buscás en el google.
jajajaja. Besos, y regalame pan rallado.
yo prefiero a sietecase, pero nada personal
yo no, pero igual pasá más seguido por acá si tenés ganas.
Un abrazo.
Lore, como siempre, no sé cómo explicarlo, te leo y encuentro un texto que me cuenta lo que ya sé, lo que veo, lo que yo no sé describir, lo que siento, y me identifico tanto o poco, pero me identifico. Eso es bueno. Gracias
Genia!!! divina, cuándo vas a a publicar?? no seas canutita y dejá que la gente te pueda leer. besos. Gabi
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