martes, 7 de abril de 2009

ya deberías haberlo aceptado

en 0:44
Ella irá hasta el pueblo donde nació. El cuerpo helado de alguien que jugó con ella y su hermana ya no la espera. Antes, ese cuerpo se acordaba de su cumpleaños y una vez le regaló un par de medias envueltas en papel de diario.
Tiene el pelo oscuro y me habla serenamente de las cosas que debo pagar. Me indica la dirección del banco y abre sus ojos para acentuar las palabras, me dice que todo estará bien si no puedo ir. Que ella se ocupará la semana entrante.
Veo los surcos que le dejaron las lágrimas en el cuello y le digo que iré mañana temprano. Que no tengo problema. Intento ponerme en el lugar de ella, pero no puedo. Apenas me paro en su sombra y hago el equilibrio necesario para mantenerme unos segundos.
Cuenta los kilómetros desplazando el flequillo hacia la derecha y me dice que llegará a la madrugada. Que lleva abrigo y agua caliente. Que la ruta es oscura. Que las luces, que los neumáticos, que el freno, que los cambios… todo eso está en perfecto estado.
Pero que lo demás: la casa donde iban a visitarla, el patio, la ropa recién colgada, la abuela que no entiende, las deudas en el almacén, el perro que no come, el anillo… todo ello es doloroso. Que lo siente sobre los músculos.
Me dice que hay luna llena. Que el mundo funciona así, de la misma manera siempre; que no importa si alguien se muere. Pero que ella lo nota ahora, cuando las cosas pasan lento y por fuera.
Yo cierro los ojos y presiono sobre el pulgar la llave que antes abrió la puerta.
Le digo que tenga buen viaje. Que me llame.
Ella mueve la cabeza asintiendo. Adivina que lo de la llamada es un reflejo de lo que no sé decir. Que pido que me llame para no hablar de las muertes prematuras, ni de aquellas que uno espera.
Me abraza y me pide que me cuide. Del otoño, tal vez.
O del tráfico.
O de los cortes de luz.
O de los golpes de suerte.
O de esta noche que se vacía dentro de mi y me deshidrata hasta el insomnio mientras programo el reloj despertador.
Puedo anticipar lo que sucederá mañana: ella estará en el cementerio a la hora en que yo pague las expensas.

2 comentarios

Unknown on 7 de abril de 2009, 23:38 dijo...

Me gustó mucho. Me emocionaste. Las imagenes son muy intensas y conmovedoras.
Y lo mejor logrado: no sé con seguridad si es así, pero parece: tiene mucho vuelo...mucho vuelo.
Una vez Albertina me saco el sombrero y me acomodo para escuchar una nueva historia.

Natalia on 27 de diciembre de 2009, 2:55 dijo...

Excelente el final!! Esas dos líneas son un diamante literario!!

 

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