Pero es así. Muevo la cabeza y te digo que es así.
Que somos restos de una ciudad en donde las luces se incendian y la oscuridad asusta.
Que los apagones apenas son la forma que tienen las cosas de interrumpirse.
Miro tu tatuaje y dudo acerca de las marcas de tu cuerpo. Qué hay de indeleble en tu brazo? Qué cosas te duelen?
Y te hablo de los fantasmas que duermen en esos edificios. El tuyo, de espaldas en la cocina. El mío, de casi 2 metros.
Pero desde la azotea, los héroes se caen. Sí, se caen. Y yo no sé por qué me acuerdo y te cuento que de chica le arruinaba el pelo a las muñecas.
Y eso te hace reir. Y hablás de tragedias. De mundos estallando en pedazos sobre los distraídos.
Y entonces corro la silla de lugar, alejo los obstáculos domésticos de nuestros esqueletos, pongo una mano en tu mejilla y te oigo decir - otra vez- algo de mis derrotas; de las venas como astillas, de la sangre como polvo.
Pero no.
No.
No, no.
No, no, no.
No.
Te juro que no.
No sé nada de terremotos.
Yo solamente tiemblo.
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Que somos restos de una ciudad en donde las luces se incendian y la oscuridad asusta.
Que los apagones apenas son la forma que tienen las cosas de interrumpirse.
Miro tu tatuaje y dudo acerca de las marcas de tu cuerpo. Qué hay de indeleble en tu brazo? Qué cosas te duelen?
Y te hablo de los fantasmas que duermen en esos edificios. El tuyo, de espaldas en la cocina. El mío, de casi 2 metros.
Pero desde la azotea, los héroes se caen. Sí, se caen. Y yo no sé por qué me acuerdo y te cuento que de chica le arruinaba el pelo a las muñecas.
Y eso te hace reir. Y hablás de tragedias. De mundos estallando en pedazos sobre los distraídos.
Y entonces corro la silla de lugar, alejo los obstáculos domésticos de nuestros esqueletos, pongo una mano en tu mejilla y te oigo decir - otra vez- algo de mis derrotas; de las venas como astillas, de la sangre como polvo.
Pero no.
No.
No, no.
No, no, no.
No.
Te juro que no.
No sé nada de terremotos.
Yo solamente tiemblo.