jueves, 24 de septiembre de 2009

Lo que él no le da (y lo que ella ya no necesita)

en 0:39
Salí del trabajo vestida de violeta y me detuve en la esquina. Miré la avenida. Vi cómo septiembre se desesperaba sobre los autos. Recordé las estadísticas que dieron en la radio acerca del mercado automotor. El 90% de los compradores elige autos grises. Como si no quisieran desentonar con el pavimento. Pensé en miles de idiotas convirtiéndose en camaleones de ojos polarizados, escondiéndose de los otros camaleones.
No tengo nada en contra del color gris. Idiotas es lo primero que se me vino a la cabeza.
Debo decir algo más sobre esto. Hoy tuve un día difícil. Me desperté antes de que sonara el despertador, justo cuando se murió mi abuela. Horrorizada comprobé que había sido sólo un sueño. Ella sigue viva a cientos de kilómetros en un departamento de 2 ambientes, con esa cocinita donde hace buñuelos para nadie. Donde lee el diario en voz alta para nadie. Donde la piel se le pone cada vez más transparente, como un celofán, mostrándole sus venas a nadie.
Que mi abuela siguiera viva no era la única razón por la que mi día se había complicado.
Me preocupaba la bailarina del gimnasio de gradas azules. Había escrito ese relato un domingo a la madrugada y no podía despegarme de la sensación que tuve al escribirlo. Apenas podía ver la pantalla. Lloré de principio a fin mientras hundía mis dedos en el teclado. Borré la parte donde decía que los ojos verdes no tenían ningún mérito en ella. Que no había hecho nada para tenerlos.
Lo demás está escrito.
Pero yo quería decir otra cosa. Yo quería decir que me sentía cobarde esa noche por pensar en movimientos de fuga. Por querer que la bailarina se lastime los pies, que le salgan ampollas y se muera desangrada ahí, entre las gradas azules. Que en un mundo como éste alguien puede morirse un domingo de tristeza, y regresar el lunes a trabajar sin que nadie lo note.
Y que el hombre a quien yo le preguntaba si veía lo que hacía la bailarina con sus pies. Ése. Nunca la vio.
No se dio cuenta del asunto de los zapatos. No le dijo que su vestido era hermoso.
Ella le había dicho la noche anterior que solamente desnuda había podido tocarlo.
Por eso bailaba sobre el parquet. Nótese que elegí un piso como el parquet.
Pero él no pudo verla.
Él es un idiota del pavimento.
Un camaleón con ojos polarizados en primavera.

6 comentarios

Fran on 24 de septiembre de 2009, 10:36 dijo...

si la bailarina no entiende a su abuela, si la bailarina se viste de gris, no va a haber idiota polarizado que la salve. acaso pudieran.

pero sobre todo, no va a ver la primavera.

Albertina on 24 de septiembre de 2009, 11:17 dijo...

mi abuela es la abuela de la bailarina?
la bailarina estaba vestida de gris?
Él no la ve porque sólo puede tocarla y dejarse tocar si están desnudos.

En cuanto a lo demás, no me gusta la primavera.

Anónimo dijo...

La bailarina no va adesangrarse, ni a morir. La bailarina lo hace entre rayos, entre espinas, todos los domingos de tristeza y los lunes de trabajo. Sabe la bailarina de bailar, lo demás.. es la nieve bajo el sol.

Albertina on 24 de septiembre de 2009, 17:21 dijo...

que lindo. es una canción para que la bailarina dance.

Anónimo dijo...

ay albertina mia!!!! tanto sol en esta mesa; el anónimo... soy yo.

Albertina on 25 de septiembre de 2009, 14:18 dijo...

lo supuse. No estaba segura, pero ahora si!!! Gracias por pasar y leer. Beso.

 

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