domingo, 22 de noviembre de 2009

la guerra: la versión de las batallas perdidas

en 14:54


- Capuchino entonces?

- Sí, capuchino.

Miro hacia la calle y recuerdo lo que me contaron la noche anterior sobre una mujer de 33 años que había enfermado de cáncer. Hubo que abrirla y extirparla. Imaginé una mujer sin útero en la ciudad de las avenidas diagonales, negándose a entrar a las farmacias y subirse a las balanzas. Cuanto pesa una mujer sin útero?
Un año más tarde le detectaron un nuevo tumor. Su aspecto había desmejorado notablemente en agosto. Decidió mudarse cuando ya no pudo subir las escaleras. Ella hablaba del dolor señalando el abdomen en cada escalón. Y decía que no le importaba quedarse a dormir en el palier del segundo piso.
Ya en primavera, le aplicaban morfina en la habitación Nº 36. Por las noches la acompañaba una amiga que le leía algunos diálogos de novelas de Marguerite Duras o diarios de Anaïs Nin.
El cuerpo de la enferma se retorcía cuando los efectos de los calmantes la abandonaban como a una esposa con aros grandes. Generalmente de madrugada.
La moza me trae el capuchino y me ofrece edulcorante y azúcar sin obligarme a decidirme por uno o por otro. Lo agradezco.
El hospital, me dijo la mujer que me lo contó, el hospital estaba cerca de un parque de diversiones y tenía una gran playa de estacionamiento.
Era sabido que muchos la usaban para matar dos pájaros de un tiro: ir a visitar a un pariente y subirse a la montaña rusa.
Finalmente, en noviembre, la amiga de la mujer enferma sintió el olor de todo lo que ella tenía envenenado. Luego dijo que la muerte le llevó las pupilas hacia atrás y que la hizo suspirar. Que eso lo había visto antes en ella, cuando se había enamorado.

- Necesita algo más?
- No. Así está bien, gracias.

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4 comentarios

Patricio Valverde on 23 de noviembre de 2009, 22:23 dijo...

"el olor de todo lo que ella tenía envenenado" es un hallazgo! Me gusta mucho el tono del relato, además. Beso.

Albertina on 23 de noviembre de 2009, 23:14 dijo...

gracias pato. mirá al costado. ya puse tu blog.
Tenembaum te leería.

otro beso.

La Luna on 24 de noviembre de 2009, 6:52 dijo...

Tengo recuerdos de suspiros así. Y hasta que leí no había pensado que era un hermoso último aliento, o que el amor tuviera que ver con las pupilas que se van. Gracias por al imagen, modificará recuerdos.

Grosso texto.
Beso grande.


Vastati. Nos fuimos a Italia.

Albertina on 24 de noviembre de 2009, 9:24 dijo...

le petite mort (la pequeña muerte), así le llaman los franceses al orgasmo femenino.
Supongo que cuando nos enamoramos hay algo de eso.
Yo ando muriendo de vez en cuando.

ja!

viva Italia!

 

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